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Por Rafael Labrada Díaz
El 2 de febrero de 1963, el presidente de los Estados Unidos, John Kennedy emitió la Proclama Presidencial número 3447, mediante la cual imponía el bloqueo económico, comercial y financiero de esa nación a Cuba, medida que aún se mantiene, pese a que el exmandatario Barack Obama, en diciembre del 2014, prometió su levantamiento.
Tal decisión privaba a la isla de comerciar con empresas norteamericanas, de la utilización del dólar norteamericano para transacciones comerciales con otras naciones, de créditos financieros y prohibía a los ciudadanos estadounidenses viajar a la Perla del Caribe.
Otra restricción era que el barco que tocara puertos cubanos, no podrá hacerlo en las costas de los Estados Unidos durante seis meses posteriores y Cuba no podía adquirir ningún tipo de medicamento en el norteño país ni intercambiar conocimientos científicos en ninguna rama.
La Mayor de las Antillas es el único país en el mundo que ha permanecido bloqueado durante más de cincuenta años, etapa en la cual la Isla ha sabido enfrentar con estoicismo los efectos del bloqueo ha mantenido su plena soberanía e independencia.
El bloqueo no solo ha afectado a Cuba, sino que, por el carácter extraterritorial de la disposición estadounidense, entidades de otras naciones han sido objeto de fuertes multas por mantener negocios con el país caribeño, en una flagrante violación de los derechos internacionales.
La medida, desde el primer momento, estuvo dirigida a tratar de rendir por hambre y enfermedades al pueblo de Cuba, para que se viera obligada a cambiar su sistema social y renunciar a la Revolución, con lo cual los Estados Unidos se apoderaría de nuevo de la Isla y volver a la situación de dominio imperialista reinante antes de 1959.
Durante más de dos décadas, la mayoría de los países han condenado en la Asamblea General de las Naciones Unidas la existencia del bloqueo estadounidense contra la Mayor de las Antillas, pero los sucesivos gobiernos norteamericanos han hecho caso omiso a ese reclamo mundial.
En el 2014, Obama anunció la decisión norteamericana, con el consenso de Cuba, de restablecer las relaciones diplomáticas, pero detrás de ese aparente deseo de acercarse a la isla, se esconde el propósito de apoderarse de ella mediante métodos encubiertos.
El exmandatario aseveró que se levantaría el bloqueo a la Mayor de las Antillas, pero en la práctica, este continúa igual y nada indica que dentro de poco tiempo se suspenderá la medida, al contrario, en algunos casos se ha retrocedido en lo poco alcanzado en este sentido.
Por Rafael Labrada Díaz
A las seis de la tarde del día 6 de febrero de 1959, el Comandante en Jefe Fidel Castro asumió el cargo de Primer Ministro del Gobierno Revolucionario, en una ceremonia efectuada en el edificio que ocupaba el Palacio Presidencial, el cual luego se transformó en Museo.
Hasta ese momento, el Gobierno Revolucionario no desempeñaba sus funciones con la acometividad que el pueblo reclamaba; había transcurrido un mes sin que se hubiese adoptado medida alguna de carácter social, y ello comenzaba a crear cierto malestar.
Una madrugada, al terminar la sesión del Consejo de Ministros, los miembros de este que pertenecían al Movimiento Revolucionario 26 de Julio Armando Hart, Faustino Pérez, Enrique Oltuski y Julio Camacho localizaron al Jefe de la Revolución, en el hotel Habana Hilton, para informarle sobre la situación que se estaba creando.
En la casa de Oltuski, situada en las márgenes del río Almendares, se efectuó un encuentro de la dirección del Movimiento Revolucionario 26 de Julio y Fidel, el cual constituyó la primera y más importante reunión después del triunfo revolucionario, en la que se hizo un análisis político y social de la nación.
Allí se analizó la necesidad de que el Jefe de la Revolución ocupara el cargo de Primer Ministro del Gobierno Revolucionario con el fin de revertir la situación de falta de acometividad en el desempeño de las funciones gubernamentales.
A Fidel no le fue fácil tomar la decisión de asumir el Premierato, porque en más de una ocasión había manifestado el propósito de mantenerse como fiscalizador del Gobierno, ya que así podía moverse con entera libertad, sin ataduras a reuniones, actos oficiales y demás funciones.
El Jefe de la Revolución, con su intuición innata, se percató de que, como estaban las cosas, no había otra solución y optó por el mayor de sus sacrificios: integrarse al Gobierno como Primer Ministro.
Para ocupar ese cargo, planteó que debía tener el control directo de la política general, sin menoscabo de las facultades que, conforme a la Ley Fundamental, le correspondían al Presidente de la República.
Miró Cardona, consciente de que no podía continuar en las funciones de Primer Ministro, coincidió en que para mantener la autoridad del Gobierno era indispensable que Fidel asumiera el Premierato.
El 13 de febrero, Urrutia continuaba enfermo y Miró Cardona citó para el Palacio Presidencial a los miembros del Consejo de Ministros y a los periodistas; en esa reunión, planteó que había decidido presentar al señor Presidente de la República la renuncia a su cargo.
En la reunión con la prensa Miró explicó que las funciones de Primer Ministro debía desempeñarlas quien por su jerarquía histórica era el Jefe de la Revolución; es decir, el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz.
Al tomar posesión del cargo, Fidel señala que la Revolución tenía muchos obstáculos por delante y no podría hacer las cosas a la perfección, pero que había un perenne propósito de superación, de rectificar aquello en que no estuviera acertada.
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