LA REBELDÍA DEL PUEBLO CUBANO SE REAFIRMA EN EL CENTENARIO DE MARTÍ
Cuartel Moncada
Por Rafael Labrada Díaz
Cuando casi comenzaba la década de 1950, el panorama político de Cuba se caracterizaba por un ambiente de elecciones generales, que se celebrarían en 1952, en las cuales se elegiría un nuevo presidente de la República, por cuanto en ese año expiraba el mandato de Carlos Prío Socarrás.
El gobierno que estaba próximo a concluir sus funciones había sido un incondicional servidor de los intereses de los Estados Unidos en la isla, lo que le garantizaba a la norteña nación la continuidad de un dominio seguro sobre la Mayor de las Antillas.
En esa época, pese a que el líder del Partido Ortodoxo, Eduardo René Chivás, había muerto, esta fuerza política gozaba de una gran simpatía en las masas populares y todo parecía indicar que tenía amplias posibilidades de salir victoriosa en los comicios que se aproximaban.
Ello no pasó inadvertido para el gobierno estadounidense, el cual no vaciló en organizar un golpe de estado en Cuba, con la finalidad de evitar la celebración de elecciones que pudieran otorgar el poder político a las fuerzas progresistas y poner en peligro su desempeño neocolonial en la isla.
Para esa aventura, contaba con un individuo ambicioso de poder y con experiencia en eso de dar cuartelazos: Fulgencio Batista y Záldivar, un militar cubano que el 4 de septiembre de 1933 había dado un golpe de estado para adueñarse del poder político del país.
De esa manera, el 10 de marzo de 1952, Batista tomó por la fuerza la máxima dirección de Cuba, e instauró una sangrienta tiranía que costó la vida a centenares de cubanos y la nación continuó fiel a los designios de los Estados Unidos, cuyo embajador en La Habana regía los destinos de la nación.
Ante esta situación, emerge la gallarda figura de un abogado oriundo de la provincia de Oriente, el abogado Fidel Castro Ruz, quien se apresta a luchar, junto a un grupo de jóvenes revolucionarios, para transformar los destinos de la patria, siguiendo el ejemplo imperecedero de los mambises.
Fidel tenía la convicción de que la única manera de solucionar los problemas reinantes en Cuba era mediante la lucha armada, que posibilitara derrumbar la tiranía, con la participación activa del pueblo y emprender la construcción de una nueva sociedad.
La estrategia era atacar cuarteles, tomar las armas y entregárselas a las masas populares para desarrollar la lucha contra el ejército batistiano, hasta derrumbar el régimen imperante, para tomar el poder político de la República, lo cual posibilitaría iniciar las trasformaciones que el país necesitaba.
Para ello, se escogió el cuartel Moncada, ubicado en Santiago de Cuba, el cual se atacó el 26 de julio de 1953, aprovechando que la ciudad se encontraba celebrando sus fiestas de carnaval, lo cual posibilitaba que la presencia de personas extrañas en la localidad no levantara sospechas.
La otra fortaleza militar escogida fue la Carlos Manuel de Céspedes, de Bayamo, la que tenía una posición estratégica, pues, si se tomaba, se podía impedir que fuerzas del ejército de la tiranía pudieran acudir en auxilio de los soldados del cuartel Moncada.
Pero ambos ataques, desde el punto de vista militar, fracasaron por causas fortuitas, y ello ocasionó que la tiranía desatara una matanza feroz de los asaltaron que cayeron en su poder y la más despiadada represión contra el pueblo, a partir de la orden de Batista de matar a diez personas por cada soldado caído en los combates.
Fidel y sus compañeros marcharon rumbo a la Sierra Maestra para continuar la lucha, pero cayeron en manos del enemigo y fueron sometidos a juicio, en el cual el máximo líder de los ataques dio a conocer lo que se conoce como el Programa del Moncada y de acusado se convirtió en acusador.
Los asaltantes a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes cumplieron cárcel en el Presidio Modelo de la entonces Isla de Pinos, pero la tiranía se obligada a promulgar la amnistía del grupo, ante la gran presión que ejerció el pueblo para lograr la liberación de los revolucionaros.
El grupo se trasladó para México, donde llevó a cabo un intenso entrenamiento militar, para volver a Cuba con la finalidad de proseguir la lucha y, así el 2 de diciembre de 1956, desembarcaba por el sur de la provincia de Oriente, se internó en la Sierra Maestra, donde fue creciendo hasta convertirse en un verdadero ejército.
Los constantes golpes en el ámbito militar que las fuerzas rebeldes asestaban a la tiranía, ocasionó que esta se derrumbara el primero de enero de 1959, y el Ejército Rebelde tomara el poder político y emprendiera la construcción de una nueva sociedad basada en el socialismo.
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