YO SOY FIDEL
Por Rafael Labrada Díaz
Hoy el amanecer se colmó de pueblo, pueblo que, bajo un cielo azul, dibujado por caprichosas y blancas nubes, realizó largas caminadas para situarse en ambos lados del tramo indicado de la carretera central y decir el último adiós al invencible Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, en su recorrido haca Santiago de Cuba.
El Sol también quiso rendirle tributo al máximo líder de la Revolución cubana, pues sus rayos caían sobre la tierra con una intensidad tal que los habitantes de Las Tunas se vieron obligados a protegerse de diversas formas para protegerse de los rayos que caían como pedazos de fuego.
Pero seguían allí pegados a su pedacito de tierra en espera de la caravana que trasladaba las cenizas de Fidel para depositarla al lado de la tumba de José Martí en el cementerio Santa Ifigenia de Santiago de Cuba, donde fundarán un frente de ideas y ejemplo que se elevarán hasta el infinito para desde allá, como un sol radiante, continuar iluminando el camino de los pueblos irredentos de América.
En las mejillas de las muchachas y en los brazos de los muchachos podía leerse un texto que dice mucho de lo que significa para las nuevas generaciones la figura del máximo líder: “Yo soy Fidel” y efectivamente, en cada cubano revolucionario está presente Fidel y las banderas de su obra se enarbolarán con mayor rigor de ahora en lo adelante.
Los trabajadores laborarán con mayor eficiencia en sus respectivos puestos, los estudiantes realizarán grandes esfuerzos para lograr altas calificaciones en sus estudios, los campesinos redoblarán sus acciones a fin de obtener elevados resultados productivos en su vinculación con la tierra, los intelectuales desarrollarán aun más la ciencia con el propósito de que cada vez se convierta más en un instrumento del desarrollo de los procesos.
Esa es una buena forma de rendirle tributo al Comandante en Jefe, es una buena forma de demostrar que Fidel está a nuestro lado en cada uno de los quehaceres cotidianos en lo distintos centros de trabajo y de estudio y que realmente queremos ser como él en todos los aspectos.
Los relojes marcaban la una y veinte minutos de la tarde, en el tramo de la carretera central correspondiente a la comunidad El Jardín, compuesta por más de quinientas personas y situada cerca del motel El Familiar, estaban situados los trabajadores, profesores y estudiantes de la Universidad de Las Tunas.
De pronto, alguien dijo: ¡ahí viene el helicóptero, la caravana se acerca! y efectivamente, pocos minutos después, se divisaban los vehículos que acompañaban las cenizas de Fidel, que, colmados de historia, avanzaban gallardos conduciendo al líder de la Revolución hacia la inmortalidad.
Las sombrillas se cerraban, las gorras y sombreros pasaban a las manos de quienes los portaban y repetidos y cerrados ¡Viva Fidel! Y ¡Yo soy Fidel! Rompían bruscamente el silencio de las primeras horas de la tarde en este sito del municipio de Las Tunas y na emoción sin límites asaltaba a cada uno de los presentes.
La caravana se alejaba rápidamente del lugar y cientos de hombres, mujeres y niños seguían con la mirada su curso, mientras en silencio los allí reunidos, coincidían en una última expresión ¡Hasta siempre Comandante!
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