LA DECLARACIÓN DEL CARÁCTER SOCIALISTA DE LA REVOLUCION CUBANA
Por Rafael Labrada Díaz
El 16 de abril de 1961, el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz declara el carácter socialista de la Revolución Cubana, en la despedida de duelo a los caídos, la víspera, en el bombardeo a los aeropuertos de la Isla, por órdenes del gobierno norteamericano.
La ceremonia tuvo lugar en la esquina de las calles 23 y 12 de La Habana, donde en una improvisada tribuna, Fidel, que tenía la certeza de que era inminente un ataque militar al país, expresó: "Eso es lo que no pueden perdonarnos, que estemos ahí en sus narices, que hayamos hecho una Revolución socialista en las propias narices de los Estados Unidos ..."
Un enardecido mar de fusiles en alto, sostenidos por brazos del pueblo trabajador, saludó aquella decisión y exhibió una escena inolvidable, convertida desde entonces y para siempre, en la más genuina representación de la voluntad popular, `para resistir y defender a cualquier precio la Patria y el socialismo.
Al día siguiente, fuerzas mercenarias, organizadas y financiadas por los Estados Unidos, desembarcaron por Playa Girón, al sur de Matanzas, con el propósito de establecer una cabeza de Playa y formar un gobierno títere provisional.
El grupo invasor estaba compuesto por mil quinientos contrarrevolucionarios de origen cubano, organizado, entrenado, equipado y financiado por la Agencia Central de Inteligencia estadounidense, con ello, comenzó lo que dicha Agencia denominó Operación Pluto.
La agresión militar tuvo una rápida respuesta revolucionaria; al finalizar el día 17 de abril, cuatro barco y cinco aviones mercenarios estaban fuera de combate y los hombres que lograron desembarcar, tuvieron que enfrentarse a fuerzas combinadas de las Milicias Nacionales Revolucionarias, la Policía Nacional Revolucionaria y el Ejército Rebelde.
Estos efectivos, al combatir a los atacantes, lo hacían conscientes de que defendían, no solo a la Patria, sino también al socialismo como única vía para mantener la independencia y la soberanía de la tierra que los vio nacer, como un legado imperecedero de los patriotas que lucharon contra la metrópoli española.
Pronto los atacantes se percataron de que sus propósitos estaban muy lejos de alcanzarse y de que los revolucionarios cubanos llevaban la mejor parte en el combate y, tanto fue así, que en solo setenta y dos horas después del desembarco, los mercenarios tuvieron que rendirse, no sin antes haber sufrido considerables bajas.
De esta manera, el imperialismo norteamericano sufría la mayor derrota militar en América y sus sueños de adueñarse nuevamente de Cuba se venían abajo, y tenía que admitir que los cubanos llevarían, hasta las últimas consecuencias, la consigna de Patria o Muerte.
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