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ALUMNOS TUNEROS RINDEN TRIBUTO A LOS OCHO ESTUDIANTES DE MEDICINA FUSILADOS POR LOS ESPAÑOLES

ALUMNOS TUNEROS RINDEN TRIBUTO A LOS OCHO ESTUDIANTES DE MEDICINA FUSILADOS POR LOS ESPAÑOLES

 

 

Por Rafael Labrada Díaz 
Alumnos de la ciudad de Las Tunas, 
capital de la oriental provincia
cubana del mismo nombre, realizaron
 una caminata desde sus respectivos
centros docentes hasta el parque
central de la localidad para rendir
 tributo a los ocho estudiantes de
medicina fusilados por los españoles en
1871.
En ese año, los patriotas cubanos alzados en armas contra la 
metrópoli europea obtenían brillantes victorias en el campo
de batalla y, en represalia, los peninsulares acusaron a Alonso
Álvarez de la Campa, Anacleto Bermúdez, Ángel Laborde,
Pascual Rodríguez, José de Marcos
Medina,Carlos de la Torre, Eladio González y Carlos Verdugo
de profanar la tumba del periodista español Don Gonzalo de
Castañón.  
Estos estudiantes de medicina mientras esperaban al profesor,
 en La Habana, se pusieron a jugar con un carro existente en
un lugar cercano al panteón de quien había sido en vida el
director del periódico La Voz de Cuba y un ídolo para el cuerpo
 de voluntarios, organización militar extremista española.
Ante las acusaciones, un tribunal los condenó, primero, a 
penas leves, pero el cuerpo de voluntarios comenzó a pedir
sangre y  a exigir sanciones más severas y ello conllevó a la
celebración de una segunda vista, en la cual fueron
sentenciados a pena de muerte por fusilamiento.
Solo un oficial español, Federico Capdevila, alzó su voz para
defender a los jóvenes porque estaba convencido de la
inocencia de los alumnos de medicina, entre quienes había
algunos que no se encontraban en La Habana el día de los
hechos; sin embargo también los pasaron por las armas.
En 1887, todavía bajo la dominación española, un
 compañero de los jóvenes asesinados, el doctor Fermín
Valdés Domínguez, publicó las pruebas reunidas durante
 tres lustros sobre la falsedad de la supuesta profanación
de la tumba del periodista español.
Valdez Domínguez, de rodillas ante el lugar donde 
reposan los restos de los ocho estudiantes de medicina,
escribió un sencillo epitafio: ¡Inocentes! El hecho constituyó
 una mancha para España, y mostró la crueldad e injusticia
de una dominación que ya tenía los días contados.   
 
 

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