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La Cuaba

LA FUERZA DE UN PUEBLO QUE DECIDIÓ CAMBIAR SU DESTINO

Por Rafael Labrada Díaz

El 15 de abril de 1961, aviones al servicio del gobierno de Estados Unidos bombardearon los aeropuertos de San Antonio de los Baños, Ciudad Libertad y Antonio Maceo, de Santiago de Cuba, con el propósito de liquidar en tierra la  escasa aviación cubana, para impedir su entrada en combate una vez que la invasión mercenaria tratara de desembarcar en las costas de Cuba.  

Los aeroplanos atacantes traían la bandera cubana para tratar de mostrar al mundo  que se trataba de una insubordinación interna y no una agresión norteamericana como en realidad era, pero esta estratagema fue oportunamente denunciada por el Gobierno Revolucionario y nadie creyó en esos argumentos.

El día 16 de abril de 1961, se produjo la inhumación de las víctimas de aquel ataque, y miles de cubanos acudieron al cementerio de Colón, en Ciudad de La Habana, para rendir las honras fúnebres a los caídos.

En aquella ocasión, el Comandante en Jefe Fidel Castro, al despedir el duelo, expresaba que la acción aérea llevada a cabo por el enemigo el día 15, era el preludio de una invasión mercenaria al territorio, y no se equivocaba, el día 17, centenares de soldados pagados, entrenados y organizados por la Agencia Central  de Inteligencia de Estados Unidos comenzaron a desembarcar por la bahía de Cochinos, en la Ciénaga de Zapata, al sur de Matanzas.

Fidel, en el entierro de las víctimas de los ataques aéreos, declaró el carácter socialista de la Revolución cubana y los milicianos, cuando al día siguiente se encaminaron hacia el teatro de operaciones, marcharon conscientes de que lucharían por la causa del socialismo.

Ante las palabras del máximo líder, centenares de fusiles se alzaron hacia lo alto como señal de que combatirían hasta las últimas consecuencias a cualquier enemigo que osara agredir a la patria, sin importar el número de soldados ni la cantidad de armas. 

En aquellos momentos, la defensa del país descansaba, principalmente, en la fuerza de los milicianos, que por miles se contaban en todo el país, y fueron estos los que enfrentaron a los invasores, regaron su sangre y entregaron su vida, pero también quienes derrotaron a los agresores en un corto tiempo.

Los enemigos subestimaron la fuerza existente en el país, pensaron que el  ataque a la Isla sería una especie de paseo, pero las ideas chocaron con una realidad muy distinta, pues al llegar a tierra cubana se encontraron con una resistencia fuera de todo plan y lejos de ser bien recibidos, como pensaban, chocaron con las armas empuñadas por un pueblo decidido a cambiar las cosas en la Mayor de las Antillas.

 

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