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LA GUERRA DE LOS DIEZ AÑOS EN CUBA

LA GUERRA DE LOS DIEZ AÑOS EN CUBA

Por Rafael Labrada Díaz

En el siglo diecinueve, Cuba padecía un alto grado de explotación de la metrópoli española,  lo cual fue creando un sentimiento nacional de los criollos, al mismo tiempo existía una clara conciencia de la necesidad de abolir la esclavitud, la cual constituía un freno para  el desarrollo de la Isla, y  en una buena parte de los terratenientes cubanos afloraba la  madurez  patriótica.

Todos estos factores hicieron posible que el 10 de octubre de 1868, Carlos Manuel de Céspedes, uno de los hombres más acaudalados de la ciudad de Bayamo, ubicada en el oriente del país, diera libertad a sus esclavos y se alzara en armas contra el colonialismo, en su ingenio La Demajagua. 

El 13 de octubre de 1868, los patriotas tuneros, con Vicente García al frente, secundaron la acción de La Demajagua y atacaron la ciudad, una de las más fortificadas de la región y se mantuvieron en la manigua hasta que culminó la guerra, no obstante la persecución a que fueron sometidos por los soldados peninsulares.

Otros patriotas también se sumaron al combate en diversas zonas del territorio oriental, para iniciar así una lucha que duró diez años, durante los cuales el ejército colonialista, pese a su superioridad en hombres y armas, no pudo sofocar la insurrección, y cada vez eran mayores las victorias obtenidas por las huestes revolucionarias en el campo de batalla.

La metrópoli fue incapaz de impedir la extensión de la guerra hasta el centro del país y, poco a poco, esta se iba inclinando a favor de las fuerzas cubanas, y más si se tiene en cuenta que España comenzó a afrontar problemas económicos y no estaba en condiciones de continuar afrontando por mucho tiempo los enormes gastos de la conflagración.

Hacia 1877, la contienda prácticamente estaba ganada por los patriotas cubanos; estos tenían el dominio de la mayor parte de las zonas rurales en los territorios de Oriente, Camagüey y el centro de la Isla, y cada vez que los españoles intentaban incursionar en esas comarcas, sufrían cuantiosas bajas al chocar con las tropas revolucionarias.

Los nombres de Máximo Gómez, Antonio Maceo, Vicente García, Ignacio Agramonte y muchos más brillaron en los campos de batalla por su valor, heroísmo y sagacidad en el manejo de sus tropas para siempre salir victoriosos en el combate frente a sus enemigos peninsulares. 

En el campo insurrecto, esta favorable situación chocó contra factores más fuertes que el ejército español: la falta de unidad entre los patriotas, el caudillismo y el regionalismo, elementos que hicieron mella entre las fuerzas cubanas y buena parte de ellas optó por acatar la propuesta de paz formulada por los españoles, sin  alcanzar la independencia de la Patria.

A Cuba fue enviado el general español Arsenio Martínez Campos, quien con una política astuta, convenció a oficiales cubanos sobre la necesidad de culminar la guerra, mientras las tropas peninsulares no respondían al fuego de los patriotas; de esa manera, se logró lo que la historia conoce como La Paz del Zanjón, es decir, el fin de la conflagración.

Sin embargo, Martínez Campos no pudo completar su obra, pues los insurrectos orientales, con el Mayor General Antonio Maceo al frente, en entrevista con el alto oficial español, le hicieron saber que ellos no acataban esa paz, por cuanto no incluía la independencia de Cuba . Elllo se conoce como la Protesta de Baraguá.

La guerra prosiguió algún tiempo más hasta que los revolucionarios decidieron hacer un alto, salir al exterior de la Isla y cuando tuvieran mejores condiciones, regresar a la Patria para reiniciar  los combates a fin de liberar a Cuba del coloniaje español.    

 

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