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Por Rafael Labrada Díaz
Este 6 de octubre, en Cuba rememoramos el aniversario 40 del monstruoso crimen perpetrado por agentes de la Central de Inteligencia de los Estados Unidos contra un avión de la Mayor de las Antillas en pleno vuelo en las costas de Barbados, en el cual perdieron la vida 57 cubanos, 11 guyaneses y 5 coreanos.
Entre los cubanos se encontraban los integrantes del equipo juvenil de esgrima que regresaban victoriosos a la patria, procedentes de Venezuela, donde habían conquistado todas las preseas doradas disputadas en las modalidades de espada, florete y sable, en un certamen internacional celebrado en esa hermana nación.
Luego de haber transcurrido cuatro décadas de aquel repugnante hecho terrorista, los autores intelectuales y materiales del repugnante crimen: Posada Carriles y Orlando Bosch siguen impunes, protegidos y amparados por el gobierno de Estados Unidos como si nada hubiese ocurrido.
Posada Carriles, elemento contrarrevolucionario de origen cubano, no solo cometió este desalmado hecho, sino que también fue el autor intelectual de los sabotajes cometidos contra hoteles cubanos, en lo cual perdió la vida el joven italiano Favio Dishelmo, al estar alojado en una de esas instalaciones.
Este individuo fue juzgado y condenado en Panamá, en ocasión de planear el asesinato del líder históricoñ de la Revolución cubana Fidel Castro Ruz, quien realizab una visita a ese país latinoamericano, pero contra todo basamento ético y legal, en agosto del 2004, la entonces presidenta de la nación, Mireya Moscoso, indultó a los cuatroñ asesinos y posibilitó su salida subrepticia y el traslado hacia -los Estados Unidos, donde permanecen sin pagar los crímenes cometidos.
El presidente Obama, en un discurso pronunciado en su visita a La Habana, les solicitaba a los cubanos que olvidaran el pasado y pensaran en el futuro; pero eso era mucho pedir, ¿cómo olvidar el abominable crimen de Barbados conde perdieron la vida 57 hijos de esta tierra? ¿Cómo olvidar los milicianos, miembros del Ejército Rebelde y de la Policía Nacional Revolucionaria que murieron en Playa Girón?
¿Cómo olvidar los pescadores capturados y secuestrados en el mar? ¿Cómo olvidar los asesinatos cometidos contra maestros y campesinos como Conrado Benítez, Manuel Ascunce y Pedro Lantigua en las montañas del Escambray, por el solo hecho de compartir las ideas de la Revolución?
Son acontecimientos que los cubanos jamás olvidaremos, porque no compartimos la filosofía de poner una mejilla para que sea golpeada impunemente al igual que la otra; nosotros abogamos por la justicia, el respeto y la plena igualdad entre los hombres, no importa de dónde sean.
Por Rafael Labrada Díaz
En 1868 las contradicciones entre Cuba y España habían llegado a su punto culminante; los hacendados criollos poseían prácticamente el poder económico mientras no tenían ningún derecho político, al mismo tiempo, los impuestos que aplicaba la metrópoli cada vez eran más elevados.
Los españoles estaban empecinados en mantener la esclavitud en las colonias, lo cual constituía un freno para el desarrollo económico, político y social y no se vislumbraban cambios en este sentido, todo lo cual contribuyó a que en la Isla fuera formándose una nueva conciencia entre los criollos y la formación de la nacionalidad cubana.
Este desarrollo en el campo de las ideas posibilitó que los hacendados criollos decidieran iniciar la lucha armada contra España, con el propósito de alcanzar la independencia de Cuba y es así que el 10 de octubre de 1868 el abogado Carlos Manuel de Céspedes, rico hacendado de Bayamo, les dio la libertad a los esclavos en su ingenio La Demajagua y los invitó a luchar para alcanzar la libertad de la patria.
Los patriotas de Las Tunas tres días después del alzamiento en Bayamo, atacaron la ciudad, bajo el mando de Vicente García, quien procedía de una de las familias más acaudaladas de la región y prácticamente la tomaron, pues solamente la iglesia no cayó en manos de los patriotas.
En diversas zonas del territorio oriental otros revolucionarios también se sumaron a la lucha contra la metrópoli, la cual se extendió durante diez años en los que, pese a la superioridad en hombres y armas, el ejército peninsular sufría constantes derrotas en el campo de batalla y cada vez era más palpable la victoria definitiva de los insurrectos.
El ejército colonialista no pudo impedir que la guerra se extendiera hasta las regiones central y occidental del país, lo cual era una de las principales estrategias del Ejército Libertador, a ello se unía el hecho de que España se encontraba en una situación económica muy difícil y prácticamente estaba incapacitada para mantenerlos gastos ocasionados por la guerra.
Hacia 1877, la contienda prácticamente estaba ganada por los patriotas cubanos; estos tenían el dominio de la mayor parte de las zonas rurales en los territorios de Oriente, Camagüey y el centro de la Isla, y cada vez que los españoles intentaban incursionar en esas comarcas, sufrían cuantiosas bajas al chocar con las tropas revolucionarias.
Los nombres de Máximo Gómez, Antonio Maceo, Vicente García, Ignacio Agramonte y muchos más brillaron en los campos de batalla por su valor, heroísmo y sagacidad en el manejo de sus tropas cualidades que conducían, en cada ocasión, a que los revolucionarios salieran victoriosos en los combates frente a sus enemigos peninsulares.
En el campo insurrecto, esta favorable situación chocó contra factores más fuertes que el ejército español: la falta de unidad entre los patriotas, el caudillismo y el regionalismo, elementos que hicieron mella entre las fuerzas cubanas y buena parte de ellas optó por acatar la propuesta de paz formulada por los españoles.
El general español, Arsenio Martínez Campos, fue enviado a Cuba, para aplicar una política astuta, basada en no responder a los ataques de los cubanos y convencer a los oficiales del Ejército Libertador sobre la necesidad de poner fin a la guerra; así surge lo que pasó a la historia como la Paz del Zanjón, que declaraba el fin de la contienda, pero sin lograr la libertad de Cuba.
Martínez Campos no pudo completar su obra, por cuanto los insurrectos orientales, con el Mayor General Antonio Maceo al frente, en entrevista con el alto oficial español, le hicieron saber que ellos no acataban esa paz, porque no incluía la independencia de Cuba y que continuarían la lucha hasta alcanzarla.
La guerra prosiguió algún tiempo más en esta región, hasta que los revolucionarios se percataron de que era prudente hacer un alto en la contienda, salir al exterior de la Isla y cuando tuvieran mejores condiciones, regresar a la Patria para reiniciar los combates a fin de liberarla del coloniaje español.
Por Rafael Labrada Díaz
El 18 de octubre de 1967, más de un MILLÓN de cubanos se reunieron en la Plaza de la Revolución José Martí, en La Habana, para rendir homenaje póstumo a Ernesto Che Guevara, asesinado por esbirros del entonces ejército boliviano, cumpliendo instrucciones de la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos.
Ernesto Che Guevara había sido apresado el OCHO de octubre de 1967 durante un combate contra fuerzas gubernamentales con su fusil inutilizado y la pistola sin balas, en la Quebrada del Yuro, uno de los lugares más inhóspitos de la geografía boliviana.
En la lucha insurreccional de nuestro país, el Guerrillero Heroico dio muestras de arrojo, valentía, sagacidad y amplios conocimientos sobre la táctica y la estrategia militar; prueba de ello fueron la invasión desde la Sierra Maestra hasta La Villas y la batalla de Santa Clara.
El Che NO solo constituyó un magnifico combatiente revolucionario; sino que también demostró ser un maestro como dirigente, en cuyo desempeño era un incansable estudioso de las materias relacionadas con las funciones asignadas en el aparato estatal.
Era capaz de renunciar a los días de descanso para dedicarlos al trabajo voluntario, porque con ello consideraba que contribuía a la formación del hombre nuevo, imprescindible para la construcción del socialismo.
El Comandante en Jefe Fidel Castro caracterizó a Ernesto Guevara como un modelo de virtudes revolucionarias; uno de los grandes méritos del Che fue su capacidad de demostrar esas cualidades, tanto en la guerra como en la paz.
Tenía una elevada conciencia del significado del internacionalismo; como ciudadano argentino, NO vaciló en unirse a los revolucionarios cubanos en México para venir a luchar por la segunda independencia de Cuba.
Participó en la lucha armada del Congo y luego organizó una guerrilla compuesta por combatientes de diversos países, con el fin de liberar a Bolivia, donde pese a las difíciles condiciones en que él y sus compañeros desarrollan la lucha, alcanzaron importantes victorias sobre el enemigo.
Solo un golpe de suerte de las fuerzas gubernamentales hizo posible la captura del Guerrillero Heroico; en el combate de la Quebrada del Yuro, lo hieren y lo dejan desarmado al inutilizarle el fusil de un balazo.
La banda de criminales a sueldo lo trasladan para la escuelita del caserío La Higuera y al día siguiente los asesinan cumplimentando orientaciones de la Agencia de Inteligencia de Estados Unidos.
Pero como dijo Fidel en la velada de homenaje al Che efectuada en La Habana el 18 de octubre de 1967: ““Se equivocan los que creen que su muerte es la derrota de sus ideas”; la historia se ha encargado de demostrar la justeza de esta sentencia.
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